Estos días hemos olido la humedad del otoño; hemos saboreado, recogidos directamente de los árboles, algunos frutos del otoño: preciosas y ricas granadas (E. se puso morada) y las amargas bellotas; hemos visto la decadencia del otoño (manto de hojas en el suelo) y también la fertilidad del otoño (con esas preciosas casitas de gnomos en forma de hongos); y hemos tocado todo lo anterior.
Además de todo esto en plena naturaleza, también hemos desarrollado, ya en casa, unos"castañales", es decir, unos animales hechos con castañas y cerillas. La idea de hacer un erizo fue de B. Los otros animales los había visto yo en múltiples enlaces sobre manualidades de otoño. Al erizo, B. lo llamó Pincho, como al del cuento que leímos semanas atrás. Lo bonito de las castañas ha sido todo el proceso de ir a ver ver el castaño in situ, contemplar sus grandes hojas, abrir la cáscara para ¡oh, sorpresa! ver en su interior los frutos. Sólo nos queda probarlas y para eso ya queda muy poco.
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