Eran las doce de la noche y a pesar de que B. y su prima habían tenido un intenso día lleno de emociones y sin descanso, no pudieron resistirse a participar en la super-rosquillada que prepararon los abuelos y unos vecinos. Fue divertido para todos modelar las rosquillas, echarlas a la sartén y probarlas. A ellas, después de pasar por la experiencia del taller de pan de las fiestas de Vitoria, les encantó poder hacerlo con masa de verdad, que se pegaba a las manos, con la que se hacía formas y que además se comía. Tengo pensado para este nuevo curso que empieza seguir incorporando todo el tema de la cocina en la cotidianidad de B. para trabajar la motricidad, la creatividad... e intentaré incorporar a otros también en esta actividad: abuelos, amigos...
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