El otro día desempolvé este libro que compré hace tiempo, y en la introducción me encontré una referencia que os la transcribo tal cual:
Cuando los niños y niñas preguntan por qué: "la fase en la que los niños hacen preguntas sobre el porqué de todas las cosas es un período en que descubren el poder de la palabra. ES LA MAGIA DE PREGUNTAR. Con las preguntas un niño o una niña puede llegar a poner bastante nervioso a un adulto... Para dar más cabida a la fascinación, a la fantasía y a la aventura en nuestras conversaciones con niños y niñas, puede resultar útil interpretar, con mayor frecuencia, sus preguntas como abiertas".
Esta referencia me ha dado otro punto de vista. En el mes de agosto B. empezó a preguntar a todo por qué. En muchas ocasiones me resultaba cansado, e incluso me daba la sensación de que me estaba tomando el pelo (que en el fondo sabía que no). Pero aquí te hablan de aprovechar la fase del porqué como una oportunidad de crear historias, de dejar volar la imaginación, de ser creativo y sobre todo de poder entablar un diálogo fantástico (que no tanto racional) adulto-niño. ¡Qué maravilla! Pues nada, a ponerse en marcha.
Cuando los niños y niñas preguntan por qué: "la fase en la que los niños hacen preguntas sobre el porqué de todas las cosas es un período en que descubren el poder de la palabra. ES LA MAGIA DE PREGUNTAR. Con las preguntas un niño o una niña puede llegar a poner bastante nervioso a un adulto... Para dar más cabida a la fascinación, a la fantasía y a la aventura en nuestras conversaciones con niños y niñas, puede resultar útil interpretar, con mayor frecuencia, sus preguntas como abiertas".
Esta referencia me ha dado otro punto de vista. En el mes de agosto B. empezó a preguntar a todo por qué. En muchas ocasiones me resultaba cansado, e incluso me daba la sensación de que me estaba tomando el pelo (que en el fondo sabía que no). Pero aquí te hablan de aprovechar la fase del porqué como una oportunidad de crear historias, de dejar volar la imaginación, de ser creativo y sobre todo de poder entablar un diálogo fantástico (que no tanto racional) adulto-niño. ¡Qué maravilla! Pues nada, a ponerse en marcha.
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