¡Por fin estamos de vuelta! Entre los días que hemos pasado fuera, los días que he trabajado y los catarros no había tenido tiempo ni ganas de ponerme con el blog, así que mil disculpas.
Los días que hemos estado fuera, hemos tenido la suerte de poder estar con otra gente, familia y amigos, compartiendo risas, juegos, cuentos, algún que otro enfado, y sobre todo mucha naturaleza. B. ha aprovechado para meterse en charcos, para tirar piedras, palos, piñas a todo regato de agua que se encontraba, y también para disfrutar de los animales a los que normalmente ve en fotos, en los cuentos... Le encantó poder subir a esta yegua, le gustó ver cómo comían ella y su potrillo hierba y cómo el potro se ponía a mamar.
También tuvo la oportunidad de tocar, coger y observar a estos cachorrillos de gato. Yo, a pesar de haber pasado mis vacaciones durante la infancia en pueblos, era la primera vez que veía gatitos recién nacidos. Los pobres estaban tan asustados que hasta se hicieron caca encima del chubasquero de B. Creo que para ellos, nuestros hijos, es fundamental el contacto con la naturaleza. Y sólo hay que escucharles: B. decía que no quería volver a casa, y no hacía más que repetir todas aquellas cosas que más le habían marcado de estas pequeñas vacaciones.
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